Caerá la tarde sin remedio
difuminada en grises y corintio,
negra la superficie de las aguas,
oculto el sol, arrebujado el cielo
bajo inciertos crespones silenciosos.
Y en la inquietante sombra de la noche,
infinita la mar, dormido el tiempo,
desnudaré mi cuerpo lentamente.
Entornaré, por fin, mis tristes ojos.
Y el frío sorprendido de las aguas
sellaré con su beso mi ternura.
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